Te voy contar una cosa que me pasó a noche y porqué veo que las palabras no se las lleva el viento. Muchas veces quedan… para toda la vida. Incluso cuando somos personas mayores
Anoche acosté a Diego (mi hijo mayor) y justamente antes de quedarse dormido me preguntó:
- ¿Mamá, estas orgullosa de mí? La verdad es que me pareció una pregunta muy difícil para un niño de de 7 años ¿dónde lo habría escuchado?
- Sí, y te quiero muchísimo. Él volvió a preguntar:
- ¿Pero estás orgullosa de mí? Paré, respiré y le dije,
- Estoy muy orgullosa de ti cariño, te quiero mucho. Además, estoy muy contenta de poder ser tu madre y ¿sabes qué acabo de recordar?
- ¿Qué? – me dijo él
- Recuerdo, que cuando comenzó todo estos del COVID, tú, que acababas de cumplir 5 años, me dijiste que me ibas a ayudar con tu hermano de 2 años. Y así fue. Yo me iba a al hospital temprano y os quedabais con papá que estaba teletrabajando. Daniel, con dos años, tenía la edad de hacer pataletas. Pues no las hizo. Cada vez que ponía la carita como si fuese a llorar, tú le decías ¡ayyy, que me da algo!. Y te tirabas al suelo, acto seguido, hacías chistes que yo no entendía del todo. Pero tu hermano no lloraba, no. Tu hermano con dos años, solo reía, reía y reía. Cuando yo llegaba, me sentaba en salón y miraba al infinito. Y tu padre tú y tu hermano me abrazaban sin decir nada. Y me llenaban de besos. Y me decíais “te quiero mamita”. Y fui feliz. Estoy muy orgullosa de ti mi niño. Gracias por todo. Buena noches.
- Gracias mamá, yo también te quiero, buenas noches.
Lo que decimos los adultos a los niños, va a influir en toda su vida. Cuando sean adultos, se hablarán así mismos muchas veces: como les hablaban de pequeños. Esto puede seguir siendo así cuando son adultos mayores. Puede que en el camino encontremos personas o amigos que hagan que esa voz varíe. Pero de verdad que os digo, que veo a muchas personas mayores, y esas palabras, quedan en un pequeño o gran lugar de nuestras cabezas y corazones.
También quedan en nuestras cabezas y corazones las palabras de las personas que quisimos o que nos han acompañado en algún momento importante de nuestras vida. Estas personas pueden ser nuestra pareja o nuestros propios hijos. Lamentablemente, no infrecuentemente, la persona mayor siente que primero fue criticada por su madre, luego por su marido y luego por sus hijos. No sabe qué es recibir palabras de aliento o ánimo. Sin tener muchas más opciones que callarse o rendirse.
Las palabras son regalos, no cuestan nada. Los abrazos son regalos, tampoco cuestan nada. Necesitamos perdonarnos más, amarnos más y decirnos frases bonitas. Es muy necesario. Son un regalo para toda la vida.
Besos,
Peggy